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"LA Casa de Elca"

Fue esa mañana de verano, cuando Elca se dio cuenta que la vida puede cambiarte en un solo instante, sin que lo planees o al menos lo pienses. Todo comenzó cuando Elca y su familia tuvieron que mudarse a la ciudad de Querétaro, debido al trabajo de su padre y además, no era la primera vez que se mudaban. Desde que Elca tenía memoria, su familia había vivido constantes cambios de casas y ciudades. Fue así como, Elca llegó a vivir a una de las casas más hermosas de Querétaro. Sin embargo, ésta no solo era bonita, sino que también era muy grande.

 

Elca se encontraba muy entusiasmada por recorrer cada rincón de ésta misma, ya que desde pequeña había sido muy curiosa y le encantaba descubrir los misterios de cada casa a la que llegaba. Fue entonces, cuando inició otra de las aventuras de Elca. Algo que, ni Elca ni nadie más de su familia sabía era que, esa casa era una de las más antiguas en Querétaro, aunque había sido remodelada varias veces, ésta seguía conservando un toque barroco y conservador.

 

Cuando Elca entró por la inmensa puerta principal, pudo oler la madera de los ostentosos muebles que se encontraban ahí, así como sintió un frío repentino y llegó a ella un sentimiento de intriga, el cual nunca antes había experimentado. Por lo que no pudo esperar más y subió corriendo las escaleras para dejar su maleta en alguna de las habitaciones. Sin embargo, cuando menos lo esperó su madre, quien se llamaba Yara, se encargaría de frenar por un momento esa curiosidad que tenía por recorrer todo el lugar, ya que ella al ver que corría con tanta desesperación supo que iba a comenzar otra de sus travesuras. Así que, sin pensarlo más llamó con un fuerte tono de voz a Elca, le dio instrucciones de desempacar, ordenar todas sus pertenencias en su nueva habitación y le advirtió que no se metiera en ningún otro lugar. Elca después de escuchar a su madre, con tristeza asintió a las órdenes y fue directo a su recámara.

 

Elca comenzó sacando todos sus peluches y muñecas de las cajas, y los acomodó en un estante de madera, que le había regalado su padre cuando era más pequeña. Cada vez que Elca abría una nueva caja sentía la emoción de estar más cercana de retomar su aventura, sin embargo esto le estaba tomando más tiempo de lo que se había imaginado. Así pasaron las horas, llegó la noche y Elca aún no había terminado de acomodar todas sus cosas. Cuando de pronto, Yara entró a su cuarto y con una voz arrepentida y suave le pidió a Elca que se fuera a descansar. Elca rendida y exhausta obedeció a su madre y se fue a la cama sabiendo que aún no había terminado con sus tareas.

 

A la mañana siguiente, el reflejo de los rayos del sol traspasaron la enorme ventana, que se encontraba a un lado de la cama de Elca y éstos comenzaron a irradiar un calor, que provocó que Elca despertara de sus sueños más profundos. Cuando abrió los ojos por primera vez, sintió un poco de temor, ya que se había olvidado por un momento de que se encontraba en su nuevo hogar. Al cabo de unos segundos, Elca recuperó esa energía y entusiasmo que tenía por conocer cada rincón de su casa. En ese instante, Yara abrió la puerta y le dijo a Elca, que podría jugar o hacer lo que ella más quisiera después de haber terminado de ordenar su ropa en el armario. Al terminar de escuchar las afirmaciones de su madre, volvió a Elca esa sonrisa de emoción y esperanza. Así que sin dudarlo, Elca se dio prisa para poder iniciar su travesía en aquella misteriosa residencia.

 

Después de haberse aseado y vestido, Elca comenzó a recoger su ropa. Ella tomó algunas blusas, las puso en un gancho y se dirigió al ropero. Cuando estaba a punto de abrirlo, se percató de que el día anterior no había puesto atención a lo peculiar que éste era. Con asombro y curiosidad, Elca abrió ambas puertas del armario y éstas al instante, produjeron un sonido rechinante y escandaloso. Aunque Elca puso la mayor parte de sus fuerzas para abrirlas, no lo logró, así que decidió dejar a un lado las blusas e intentarlo de nuevo. Al segundo intento, Elca afortunadamente pudo abrirlas y después de haber exhalado fuertemente debido al esfuerzo que había invertido en esta tarea, empezó a observar lo que se encontraba dentro de éste. Sin embargo, no alcanzó a percibir mucho, ya que sin razón alguna éste estaba muy oscuro. Así que, Elca decidió ir por una linterna y entró al ropero, el cual se observaba interminable. Después de dar unos cuanto pasos, Elca comenzó a sentir un poco de temor, pero su curiosidad era mayor, así que continuó en su camino. Mientras caminaba hacia un rumbo desconocido, Elca empezó a observar que el piso del armario estaba cubierto con una gran cantidad de cera, así como también había veladoras de diferentes tamaños, algunas más completas que otras. De pronto, vió a unos cuantos centímetros una pared y cuando llegó a ella, observó que ésta tenía un cuadro con una fotografía, el cual alcanzó y lo descolgó.

 

Al haber encontrado algo, Elca decidió salir del aparente ropero para ver de una mejor manera el retrato. Cuando por fin salió de éste, se sentó en su cama y comenzó a observar detalladamente la fotografía. Le tomó tan solo unos segundos, darse cuenta que la persona del retrato era extrañamente idéntica a su madre, Yara.

Elca estaba tan impresionada que no pudo mover ni un músculo más de su pequeño cuerpo, por lo que permaneció unas cuantas horas más sentada, simplemente observando la misma fotografía. Cuando llegó la hora de la comida, su madre la llamó para que bajara a la cocina. Elca al cabo de unos segundos, reconoció la voz de su madre y volvió a la realidad, después de que su mente estuviera viajando por sus pensamientos. Ella tomó el retrato y lo escondió debajo del colchón.

 

Elca comió sin reflejar alguna emoción, a pesar de que era su platillo favorito, el cual era las enchiladas queretanas. Este platillo típico de Querétaro, lo había provado una ocasión en la que fue de vacaciones a esta ciudad. Al terminar se retiró de la mesa y regresó a su recámara, la cual desde ese momento se había vuelto su cómplice de secretos. Esa noche, Elca no pudo conciliar el sueño tan fácil, como solía hacerlo.

Fue entonces, cuando Elca decidió guardar este secreto por un tiempo más, por lo menos hasta que su familia y ella hubieran pasado más días viviendo en su casa nueva, ya que ella estaba segura que encontraría alguna pista, para relacionar a la mujer de la fotografía con su madre o alguna respuesta ante este extraño parecido.

 

 

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