top of page

"La dueña de tus sueños"

Todavía lo recuerdo, como si hubiera sido ayer. Era martes, yo apenas tenía nueve años y estábamos en casa de mi abuelo, el rinconcito más bonito de toda la tierra, las estrellas brillaban de una forma que era casi imposible no mirar hacia arriba y contemplarlas por un largo tiempo.

 

Ya era casi hora de dormir, mis ojos se cerraban lentamente, pero quería esperar a Ina, mi hermana mayor. Ese día había ido junto con mis papás de visita a una vieja hacienda de Querétaro, yo decidí quedarme con mi abuelito. Jugamos, reímos y hasta me enseñó a preparar el mejor chocolate caliente, el día fue uno de los mejores, me sentía más feliz que nunca, pero como todos sabemos, la felicidades es efímera.

 

- Mamá, ¿Pero qué es efímero?

- Lucas espera, no te preocupes por eso querido, escucha lo que sigue.

 

De un segundo a otro, todo desapareció, me sentí sola, impotente y toda la felicidades que sentía en ese momento, cayó directo al suelo. Mi abuelo había recibido una llamada, “Ina ha muerto”, solo escuché esas tres palabras, no sabía lo que había sucedido antes, ni lo que vino después. Solo podía pensar en las estrellas, en cómo podían seguir brillando, en un momento en el que ni un destello de luz podía ser capaz de encenderse.

 

- Dime por favor que no termina ahí, es el final más triste que he escuchado mamá.

- Lucas ya iba a la parte más interesante, por favor espera, veras que no te decepcionaré.  

 

Pasaron seis años de la muerte de Ina, desde entonces mi corazón se había encogido y mis días nunca volvieron a ser como lo fueron esa última noche.

Ina había muerto ahogada, en uno de los arroyos de la hacienda. Cada año, el día de su muerte, regresamos a ésta, caminamos por sus amplios jardines y dejamos pequeñas flores flotando en el arroyo.

Ese año, yo estaba sentada en el balcón de la casa del abuelo, después de haber terminado con el ritual habitual, me quedé mirando a las estrellas, pero de pronto una de ellas me llamó la atención.

 

Era la más brillante de todas y ésta comenzó a moverse, dibujando una delicada línea sobre el cielo negro, parecía como si quisiera que la siguiera, así que eso hice. Atravesé árboles, arbustos y llegamos a un majestuoso río, el agua era cristalina y se escuchaba el movimiento de la corriente, que parecía tener un mensaje. Me acerqué, para poder sentir el agua y escuchar los susurros, en ese instante me di cuenta que mientras más me acercaba, más clara era la voz que provenía de este, era una voz peculiar, que ya había escuchado antes, me congelé por un momento y una lágrima se derramó en mí rostro. Era Ina, estaba segura de eso y tenía un mensaje para mí.

Estaba tan sorprendida que no percibí que el ambiente había cambiado, el río estaba congelado, los árboles secos y mí cuerpo estaba helando, pero la voz seguía, Ina seguía ahí, entonces escuché sus palabras, suspendidas en el aire "te quiero pedir que abras tu corazón Layla, que no lo cierres de esa forma, yo sé que las heridas son como el invierno, congelan cada parte de tú ser y sientes que así se quedarán para siempre. Pero recuerda que siempre al más frío de los inviernos, le sigue la primavera y con ella, flores nuevas. Layla, hermanita, ya pasaste por suficiente invierno, deja que la vida siga su ciclo y recuerda que siempre seré la dueña de tus sueños".

 

Me desperté, el corazón me latía tan rápido, me había quedado dormida en la silla del balcón de la casa del abuelo. Pero no le puse mucha importancia a eso, porque algo había cambiado, el haber soñado con Ina me hizo entender tantas cosas, estaba feliz, porque sabía que mi hermana estaba bien y que aparte estaba conmigo, cerca a cada instante, como siempre lo había sido antes de que se fuera.

 

- Mamá, qué hermosa historia. Me voy a dormir ya, para soñar con la tía Ina, me hubiera fascinado conocerla.

- Claro que puedes querido, porque recuerda que ella, es la dueña de los sueños.

bottom of page