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Una Semana en Magdalena de Kino.

A pesar de los inconvenientes que tenía en su vida personal, Horacio era era un jóven con un gran carisma y gran voluntad de ir a buscar las aventuras que tanto soñaba de pequeño. Ahora con 22 años, él viaja alrededor de la República mexicana en busca de costumbres y tradiciones que están muriendo estos días, debido que las personas de México están  perdiendo esa escénica que tanto los distingue alrededor del mundo.​

A diferencia de todos los demás, Horacio está dispuesto a hacerlo todo por encontrar la felicidad que siempre ha buscado. Estos días ya nada lo hace sentir satisfecho; ha viajado a por todos los estados del país a excepción de uno, Sonora.

Él no tenía pensado perderse su viaje para terminar de completar su meta que se había propuesto hace muchos años, hasta que el día de su cumpleaños, ya con la maleta hecha y el tanque cargado de gasolina llegó el cartero. Como cada semana el cartero iba a depositar la carta en el buzón, pero como Horacio estaba enfrente de él, decidió entregársela personalmente. De repente decidió abrir la carta, leyó clara y lentamente. Cuando terminó de leer estaba atónito, con la cara pálida y las manos frías como el hielo; decidió tirar la carta y simplemente sonrió, tomó sus su termo con café tibio y emprendió su rumbo hacia Sonora.

Sólo llevaba una maleta, agua suficiente para llegar a Sonora y su sueño de conocer toda la República en menos de 30 años. Al principio fue algo tedioso, eran 14 horas de camino, y aunque a la mitad del trayecto pensaba en regresar, lo único que lo hacía seguir era esa carta, esa carta misteriosa que había llegado esa mañana en la que decidió emprender el rumbo. Pasó por varios senderos, caminos de tierra, matorrales, hasta que por fin logró observar ese letrero, tal letrero que decía "Bienvenidos a Sonora". Se le iluminaron los ojos, era su sueño hecho realidad; decidió parar a tomar aire en la primer gasolinera que vio, bajó del coche y de repente vio una pancarta muy brillante en la que se podía leer "Visite Magdalena de Kino, pueblo mágico. Salida a 2 kms.

Su cabeza decía que tenía que ir para allá, no había otra forma para concluir su aventura. Así que decidió emprender el trayecto. El camino era angosto y lodoso, casi un pantano, aunque corto. No faltaban más de 5 minutos para llegar al pueblo, hasta que una llanta del carro se atascó. Sin saber que había pasado y su actitud desconcertada, el coche se empezó a tambalear; se bajó del auto y vio a un grupo de 5 jóvenes empujando el carro para que pudiera pasar la última recta del camino. Con demasiada fuerza y aliento, los jóvenes lograron desatascar el auto, miraron a Horacio y le preguntaron esperanzados: “¿Podríamos ir contigo al pueblo?, hemos caminado alrededor de una hora para llegar hasta acá”. Horacio, de buena fé aceptó y fueron hasta el pueblo. Al llegar, Horacio trata de invitarlos a comer; los hambrientos jóvenes aceptan y se sientan en una cocina de las cocineras tradicionales de tal pueblo. Horacio empieza a charlar con ellos y les pregunta sus nombres, ellos responden conforme estaban sentados en la mesa empezando de derecha a izquierda respectivamente: “Omar, Lucho, Gabriel, Memo…”, el 5to integrante era algo tímido, tanto que llevaba puesta una bufanda, unos lentes y una gorra; no se le podía distinguir si era hombre o mujer, pero la curiosidad de Horacio se atrevió a preguntarle: “¿Y tú, cómo te llamas?”, el sujeto se quita la bufanda la gorra y la bufanda simultáneamente, para después quitarse las gafas y responde: “Soy Victoria”. En ese instante, Horacio no podía creer lo que veía, era hermosa sin duda alguna. En ese instante la comida arribó a la mesa, pero los dos se seguía observando fijamente. No era como amor a primera vista, sino como un “click” que solo aparece una vez.

Después de comer decidieron y a dar un recorrido al pueblo, y aunque no era muy grande, se tardaron toda la tarde en recorrerlo. Llegaron a unas cabañas, se despidieron y se fueron a dormir.

A la mañana siguiente, Victoria se acercó a Horacio, se preguntaron mutuamente su vida, sus gustos y porque habían decidido ir a Magdalena de Kino; curiosamente los dos contestaron lo mismo: “Es mi último viaje”, los dos contestaron. Y aunque no sabían el porqué decidieron seguir adelante en su recorrido por las afueras del pueblo. El grupo de amigos encontró una cascada, en donde se podía y disfrutar.  Sin pensarlo más, Lucho, Gabriel, Memo y Omar arrojaron sus cosas a la orilla y decidieron aventarse dentro de la cascada. Sin más que hacer, Horacio y Victoria decidieron hacer lo mismo. Al atardecer, decidieron organizar un campamento, encendieron una fogata, y contaron anécdotas de sus vidas. A medianoche se levantaron y cada quien se fue casa de campaña.

Al despertar decidieron regresar al pueblo para comer de nuevo con las cocineras del primer día. Se comieron hasta tortilla y fueron a la plaza ubicada en el centro del pueblo para poder observar los bailables que ofrecen los lugareños. En eso, Horacio y Victoria decidieron regresar a las cabañas para descansar hasta mañana, se marcharon y los demás se quedaron hasta el amanecer.

Cuando regresaron fueron a despertar a los dos amigos, pero era muy tarde, ellos ya no estaban las cabañas. Sin poner algún suposición los amigos se fueron a descansar.

Ya en la tarde, hambrientos y con energía, decidieron ir a ver si ya habían llegado Horacio y Victoria, peo no era así. Todos se preocuparon y decidieron entrar a sus habitaciones, pero se encontraron con habitaciones vacías...

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