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Mañana nublada en La Mesa, un pueblito ubicado en la ciudad de Nayarit, muy cerca de la ciudad de Tepic. Los niños caminaban hacía su escuela, casi dormidos aún. Uno de esos niños era Pablo. Todos los días caminaba muy lejos de casa a la escuela, cuando el sol estaba por salir y las calles se encontraban con cierta oscuridad. Era un recorrido largo, aun para un niño, de ida y de regreso a su casa.

Pablo sabía muy bien que existían lugares especiales en su país, México, sabía que un lugar especial se encontraba cerca de su pueblo. Pablo no era un explorador solo porque le gustara, en realidad lo llevaba en la sangre. Su padre fue un explorador que había logrado consolidarse por sus grandes hazañas, aunque él había fallecido cuando Pablo era muy chico.

El pequeño Pablo vivía solo con su madre, aunque solo la veía por las noches pues ella trabajaba todas las tardes. Él recordaba que cuando era muy pequeño visitaban a su abuelo y que su padre le contaba aventuras en las que su abuelo había participado, pero conforme creció, no había vuelto a ver a su abuelo.

Un día, después de llegar de la escuela, bajo al sótano de su casa, en donde se encontraban muchas cosas guardadas en cajas, cosas viejas juguetes y muebles. Pablo quería encontrar una foto, en donde estuviera su abuelo, quería volverlo a ver ahora que ya estaba grande.

Buscó y buscó, encontró juguetes que no veía desde que era un niño. Como en todas las casas de esa época, las habitaciones eran muy grandes, incluyendo el sótano en donde se encontraba Pablo. Se llevó mucho tiempo buscando dicha foto, incluso se hizo de noche y su madre estaba a punto de llegar, aunque él seguía sin encontrar algo.

Pablo sabía que si lo encontraba su mamá en el sótano, no lo volvería a dejar estar ahí, por lo que salió lo más pronto que pudo, comenzó a hacer su tarea y fingió que había estado jugando toda la tarde,

Al siguiente día, Pablo regresó corriendo lo más pronto que pudo a su casa, sabía que tenía mucho por buscar en el sótano. Tras varias horas buscando, no encontró nada y cuando estaba a punto de darse por vencido, tropezó con una caja pequeña. Pensó que era muy raro que una tan pequeña estuviera guardada ahí, intentó abrirla pero no lo logró, así que se la llevo a su cuarto.

Mientras hacía su tarea, admiraba la pequeña caja, que aunque parecía estar muy vieja, aun se conservaba en muy buen estado y al mismo tiempo se preguntaba que podría haber adentro de ella y cómo la podría abrir, hasta que mientras la miraba presionó la cerradura e instantáneamente se abrió la caja.

Pablo asombrado miró dentro de ella, en donde se encontraba un hoja doblada que, a juzgar por como lucía, podía pensar que era muy vieja y, al desdoblarla se encontró con una gran sorpresa, un mapa. El pequeño niño no sabía de donde era, pero el mapa tenía dos nombres, uno, que decía con grandes letras, “NAYARÍT”, y otro más pequeño que decía “Tepic”, un lugar no muy lejos de dónde él vivía.

Dicho mapa se parecía demasiado a los que él había visto en cuentos, tenía un camino con líneas y al final una “X”.

Pablo tenía un espíritu aventurero y su reciente descubrimiento lo intrigaba mucho, sabía que su mamá no lo podría llevar hasta donde él quería y mucho menos exploraría por horas como Pablo pensaba hacerlo, así que un día decidió que cuando saliera de la escuela se dirigiría a Tepic y por si no alcanzaba a llegar, le dejaría una carta a su mamá diciéndole que se quedaría en la casa de uno de sus compañeros porque sería su cumpleaños.

Al día siguiente hizo todo como él lo planeaba y mientras caminaba se preguntaba de quien sería ese mapa, si de su abuelo o de su papá, pero tal cosa no la podría descubrir.

Al llegar a Tepic, siguió la ruta que el mapa marcaba, aunque en ocasiones se perdió logró llegar a donde el mapa marcaba con una “X”, estaba en la playa de Tepic. Había mucha gente disfrutando de sus vacaciones, jugando y asoleándose. Por la mente de Pablo pasaba, que mejor lugar para esconder algo, una playa, en donde nadie sospecharía.

Cuando estaba por anochecer, logro encontrar el lugar que buscaba, a un costado de una palmera muy alta, la cual pudo ubicar porque estaba en la esquina de un restaurant junto a la playa.

Al escavar encontró una caja muy parecida a la que estaba en su casa y al abrirla dio un brinco!, estaba en su cama sudando, Pablo de 30 años de edad, había soñado lo que vivió 20 años antes, aunque nunca sabremos, qué encontró en la caja.

Trilogía de Cuentos Mágicos: Nayarit, Parte 1

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