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Era un sábado por la noche e Irina estaba llegando a su casa después de haber pasado la semana explorando el Amazonas Ella estaba molida después de tan peligrosa experiencia pero sentía que algo faltaba, algo estaba mal Tenía un sentimiento de vacío en el estómago y no era hambre, no le dio importancia y se fue a dormir.

El domingo pasó como cualquier otro día, se despertó, desayunó, se ejercitó un poco y llamó a unos amigos para pasar el rato y contarles su experiencia. Más el sentimiento que tenía no había dejado su cuerpo pero por segunda vez lo ignoró. Ya unas horas dentro de la reunión, Irina preguntó que si alguien sabía de algún otro lugar preferentemente peligroso para que ella pudiera explorar la siguiente semana. Uno de sus amigos respondió en tono de burla que podía ir a un lugar en México llamado el cerro de la Yesca, a lo que Irina respondió que sí. Todos sus amigos la intentaron convencer para que no fuera, y ellos pensaban que lo habían logrado y se fueron de su casa.

Irina ya sola en su casa, intrigada sobre qué habría en ese lugar que fuera tan malo para que la intentaran convencer de no ir. Después de todo ella era Irina Chupachenko, ella peleaba con osos desde los 15 años, había escalado las montañas más altas antes de los 20, nada podía con ella.

Así que en ese momento fue a su computadora y compró un boleto de avión directo a Nayarit, México para así conquistar el según tan peligroso cerro de la Yesca, empacó sólo las cosas necesarias para sobrevivir una semana y llegó a México el lunes en la noche.

A la mañana siguiente investigó dónde estaba el cerro, pero algo raro pasaba cuando ella le preguntaba a la gente dónde estaba, todos se asustaban y le decían que no se tenía que meter al cerro o cosas muy malas le iban a pasar, pero esas palabras sólo la motivaban más, le imponían un reto a superar y ella podía superar todo.

Partió en su camino hasta llegar al cerro, el cual estaba demasiado solo, ni un alma humana se podía ver ni escuchar, así que ella buscó el punto más alto para así tener la vista de todo el cerro y que nada la sorprendiera, estableció su campamento allí y se fue a dormir.

Pero de repente a la mitad de la noche empezó a escuchar sonidos raros afuera de su tienda de campaña, así que se vistió y salió a investigar pero la luz de la noche no era suficiente para ver más de 5 metros delante de ella.

Cuando salió un niño de los arbustos y se puso a llorar, Irina se acercó para ver qué le pasaba y si ella podía ayudar en algo pero cuando se acercó tres hombres saltaron sobre de ella y la drogaron para poder tranquilizarla y llevársela.

Irina estaba drogada, indefensa y se la estaban llevando a un lugar extraño. Unas horas pasaron para que por fin despertara. Cuando recuperó la conciencia estaba colgando frente a un grupo de personas de aspecto indígena hablando en una lengua que ella nunca había escuchado y eso que ella hablaba 10 idiomas diferentes.

Uno de los indígenas la volteó a ver, él parecía ser el líder de la tribu. Se le acercó y con una punta de lanza le hizo una cortada en la cara. No era profunda. Él no intentaba matarla ya que si lo hubiera querido había tenido muchas oportunidades antes. Con su sangre él se alejó y tiró una gota en lo que parecía una botella pequeña, negra y parecía que estaba llena de más sangre.

De repente todos empezaron a hacer un sonido raro y a gritar, se estaban alocando de verdad. En ese momento el líder se le acercó a Irina y empezó a cortar las ataduras que la mantenían colgada, ella sólo preguntó: “¿Por qué necesitaban una gota de sangre?”, el líder sólo contestó: “Era lo único que nos faltaba para poder completar nuestro destino” y la llevaron a un centro de rituales en donde la pusieron sobre una mesa rodeada de objetos extraños.

Irina necesitaba pensar rápido si quería salir de ahí y necesitaba pelear para que la soltaran incluso si significaba fallar en el intento.

Irina Chupachenko y el cerro de la Yesca.

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