Taíj era un niño gordo, de aproximadamente 160 centímetros de altura, de tez blanca y extrañamente de pelo verde. Su pelo no era pintado, era natural; sé que es un poco extraño pero así nació el pobre ingrato. Taíj era huérfano pero vivía con sus abuelos y era un niño muy alegre hasta que su abuela murió de un infarto al corazón. Esto rompió la felicidad de su abuelo y de Taíj hasta el punto donde su abuelo murió dos meses después de la muerte de su amada.
Taíj no iba a la escuela pero fue educado por su abuelo en el área de las matemáticas, aprendió a cazar, a cocinar, a ubicar el norte viendo el sol y las estrellas y un poco de estrategia de guerra antigua de algunas tribus indígenas.
Un día llegó a su casa, después de ir a recoger leña, encontró a su abuelo tirado en el suelo y al verlo corrió hacia él dejando la leña de lado. Cuando llegó ya era demasiado tarde, su abuelo ya no podía salvarse pero alcanzó a escuchar sus últimas palabras: “Hijo… ven… segundo cajón… mueble… al lado de mi cama”. Después de eso su abuelo falleció y Taíj fue corriendo a buscar lo que le había dicho, no sabía que era pero fue a hacerlo sin ninguna excusa.
Cuando llegó al cuarto y abrió el cajón encontró un papel viejo con un mapa dibujado en él. No supo si era broma o no, pero lo tomó en serio al ser sus últimas palabras; analizó el mapa y se dio cuenta que era la montaña “La Yesca” de la que tanto hablaba su abuela. Preparó un pequeño equipaje ese mismo día y corrió hacia la montaña sin saber lo que le esperaba.
Al llegar al pie de la montaña miró el mapa y se sorprendió al ver que por pura coincidencia estaba en el punto de inicio que este indicaba, se armó de valor y siguió avanzando. Enseguida se dirigió al siguiente punto marcado en el mapa, un río donde observó a un niño tomando agua, cuando estos encontraron sus miradas y se vieron a los ojos se asustaron y corrieron a esconderse.
Después de unos instantes el niño que estaba tomando agua en el río le preguntó algo a Taíj en un dialecto que este no comprendía, entonces Taíj solo lo ignoró, miró nuevamente el mapa, observó el cielo para ubicarse y reemprendió su viaje hacia el tercer y último punto marcado en el mapa. El tercer punto era una cueva en medio de la montaña pero ya era muy noche para que Taíj continuara su viaje así que decidió descansar a los pies de un pino.
Al amanecer continuó su camino rumbo a la cueva, pero un poco antes de llegar encontró un grupo de personas con arcos y lanzas. Se detuvo para esconderse y observar con más seguridad. Después de analizarlos por un pequeño lapso de tiempo llegó a la conclusión de que eran nativos de esa montaña, intentó recordar el nombre de su civilización ya que antes su abuelo le había contado sobre ellos.
Después de pensar un rato recordó su nombre: los coras. Estos tenían la fama y la costumbre de asesinar a cualquier intruso en su territorio sin previo aviso y permiso de su tonati, jefe de mayor autoridad. Por esa razón decidió aplicar sus conocimientos sobre el camuflaje y gracias a la vegetación que había a su alrededor se hizo “invisible” para los nativos de las montañas.
Taíj iba caminando hacia el centro de la montaña, atento a su alrededor por si veía a algún nativo. Llegado el ocaso avistó la entrada de la cueva y en ese momento Taíj se emocionó tanto de verlo que gritaba de tan excitado que estaba, corrió hacia el interior de la cueva sin importarle lo que pasara a su alrededor.
Al llegar al fondo de la cueva notó que había una puerta grande de piedra, la cual movió sin esfuerzo alguno, y al abrirla por completo notó que había una habitación enorme llena de oro por montones, diamantes, rubíes y zafiros; se quedó tan asombrado de ver aquel tesoro que no notó que había personas corriendo por la cueva hacía su dirección.
Cuando Taíj superó el asombro de haber encontrado aquel tesoro notó que estaba rodeado de más de 30 personas apuntándole con sus arcos y lanzas, escuchó que alguien gritaba algo y al voltear a ver su pecho observó como una lanza lo atravesaba de lado a lado. Cayó al suelo y lo último que escuchó fue a alguien gritar: ¡Espera, él es el nieto del tonati Bej!
Fin